El anuncio, el anuncio es lo que es como es debido, no los hombres. O sí. Voy al grano, hubo una pequeña polémica días atrás con una de las primeras y más loables iniciativas lanzadas desde el Ministerio de Sanidad dirigidas específicamente a los hombres, un pequeño evento titulado ‘Salud, hombres y masculinidad’, que realmente me pareció bastante acertado en general aunque yo tengo una visión muy crítica de cómo la izquierda aborda estos asuntos, pero la propuesta fue muy interesante.
El secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla dirigió el debate de forma adecuada y escribió un artículo con puntos que yo quiero destacar como muy positivos, por ejemplo, cuando a la hora de hablar de una nueva masculinidad reclama:
“Que tenga orgullo de sí misma. Uno de los problemas a la hora de pensar en una masculinidad en positivo que aporte salud es que suele hacerse, en ocasiones, desde la culpa o el pedir perdón por ser hombres. Hay que hacerse cargo de la posición que se ocupa en el mundo y de las consecuencias de las acciones que uno desarrolla, pero hay que poder hacerse cargo con orgullo de lo que se es y de lo que se puede construir. Y que ese orgullo no asiente sobre el hecho de hacer de menos al otro (las mujeres, los hombres con otra forma de masculinidad, los hombres de otro lugar, etc)”
Lo veo excelente. ¿Y la polémica? Bueno, principalmente el problema es que la prensa conservadora cogió un tuit del Ministerio y tergiversó su mensaje, indicando que el departamento ve pegas en la masculinidad en sí, no en un determinado tipo de masculinidad [menos mal que eso no lo hace nadie ¿eh?] aunque cualquiera que lea el artículo puede ver que Padilla habla de una nueva masculinidad, con muchos valores positivos, frente a una antigua o tradicional muy problemática y que, ciertamente, tiene un impacto en la salud por las más frecuentes conductas de riesgo y la forma en la que los hombres afrontan el suicidio.
Quizá la redacción del tuit podría haber sido más clara, honestamente creo que no sobra especificar bien las cosas en un contexto como el que vivimos. A mi juicio afrontamos una época en la que hay un repliegue por géneros en redes sociales, es decir, chicos y chicas no están usando las plataformas igual ni ven las mismas cosas; el ámbito de los chicos está dominado por la extrema derecha, de forma aplastante y abrumadora, un chaval que vea contenidos para chicos terminará expuesto ante mensajes ultras y autoritarios en muy pocos pasos, es como un remolino en el mar. En el ámbito progresista, también a mi juicio, hay un cierto repelús a tratar cualquier asunto de los hombres sin que haya un sermón, admoniciones variadas, propósito de examen de conciencia y expiación. No resulta muy atractivo para el público juvenil. A mi juicio, claro.
¿Cómo podríamos hacerlo? Voy a comparar la campaña, que a mí no me gustó, de ‘El hombre blandengue’ del Ministerio de Igualdad la pasada legislatura con uno de Google emitido hace pocos días en la Super Bowl. El español es este:
¿Por qué no me gustó? Honestamente es un anuncio para tuiteros, la referencia a las declaraciones de El Fary son un meme muy de nicho, para un público muy específico, no creo que una mayoría pueda entender el guiño. Honestamente también creo que no es inspirador, y eso es algo muy necesario en el presente.
Ved ahora el de Google:
Realmente está mucho mejor rodado, es emocionante (el plano de la universitaria-niña encoge el corazón a cualquier papá), no hay rastro de sermón ni de expiación, hay orgullo por las cosas bien hechas, sin pretender dominar ni someter a nadie, de un hombre además que ha roto con los roles tradicionales de género. Creo que debería servir como una buena referencia para el futuro para encauzar mejor los mensajes progresistas.
(Sí, la imagen que abre el artículo es de la serie ‘In a Parallel Universe’ en la que el fotógrafo Eli Rezkallah revirtió anuncios misóginos reales del pasado)
Creo que con el último párrafo das en todo el centro de la diana. El principal problema que yo percibo en gran parte de la izquierda es la manía de transmitir mensajes desde una auto-adjudicada superioridad moral que no hace más que chocar de frente contra una gran parte de la sociedad.
Si el objetivo real es marcar la diferencia, la forma de transmitir los mensajes tiene que cambiar. Y aunque seamos impacientes, admitir que el pragmatismo es necesario y que los procesos llevan su tiempo. Que no nos guste es irrelevante.
Muy interesante.